jueves, 25 de agosto de 2016

Actividad 1: Sentido comun





Contra el sentido común (Inseguridad y corrupción)

Final del formulario

http://www.pagina12.com.ar/commons/imgs/go-gris.gif Por Manuel Quaranta

La Real Academia Española miente. En su entrada sobre sentido común define: "Modo de pensar y proceder tal como lo haría la generalidad de las personas". No. El sentido común es un sentir común, una sensación compartida e impenetrable que se mantiene a distancia de cualquier reflexión; el sentido común es una reacción espontánea (y aquí con espontáneo pretendo significar exactamente lo contrario de lo que esa palabra significa) que en nuestros días se construye fundamentalmente desde las empresas de comunicación periodísticas con un claro objetivo: determinar quiénes son los buenos y quiénes los malos en una sociedad.

I

La inseguridad; inseguro es un lugar plagado de peligros, una acción insegura es aquella que nos pone en riesgo; con inseguro queremos indicar la inminente posibilidad de que algo malo (nos) suceda. Las eventualidades son infinitas (nuestra existencia humana es insegura, inquietante, y, por si fuera poco, absurda): obras en construcción que incumplen las reglas mínimas de protección, empresarios que negrean a sus empleados, bombardeos de pesticidas que envenenan pueblos enteros (en los últimos años se han multiplicado las malformaciones y los casos de cáncer, daños colaterales producidos por Monsanto), "accidentes" de tránsito que en Argentina, tomando en cuenta el período 1992-2012, se llevaron 175.000 vidas, etc. Sin embargo, cuando uno escucha la palabra inseguridad siente una sensación unívoca: robo a mano armada perpetrado por un joven pobre y negro (villero).

En el libro "La irrupción del delito en la vida cotidiana" (Martini-Pereyra), puede leerse: "La inseguridad es un significante salido de las entrañas del discurso periodístico sobre el crimen, que terminó reemplazando metonímicamente a delito". Traducido: los medios de comunicación lograron atrapar un significante flexible y orientarlo hacia una única fórmula: inseguridad igual delincuencia; "las otras inseguridades han quedado relegadas, directamente invisibilizadas". Esta invisivilización explicaría por qué la "gente" nunca habla de las 21 personas que mueren por día en las calles por causas evitables, pero sí se obsesiona con las 7 personas asesinadas.

Un detalle (obtenido del diario La Nación). Del total de homicidios ocurridos el año pasado en Argentina, el 70% aproximadamente pertenecen a la categoría denominada interpersonal (la víctima conocía al victimario): amante, padrastro, portero, etc. En consecuencia, el número de muertos por episodios de inseguridad (ocasión de robo), en el 2014, fue de 2 por día, 770 en total (vale aclarar que la mayoría de ellos sucede en las zonas marginales, bien alejadas del centro donde vive la "gente" que más insegura se siente), casi diez veces menos que los producidos por "accidentes" de tránsito (otro detalle llamativo; el 60% de las infracciones por alta velocidad la producen autos de alta gama, siendo estos el 10% del total del parque automotor).

¿Entonces?

La respuesta apunta a la ideología. Según el filósofo esloveno Slavoj Zizek la ideología es una relación inmediata con el entorno social, "lo espontáneo", es lo primero que siento ante la realidad que me circunda (una realidad sostenida en la fantasía). Por eso inseguridad se convierte en un significante netamente ideologizado, que responde, en última instancia, al objetivo fundamental de la criminología mediática: construir un ellos, un otro peligroso, y, a la vez, proyectar la existencia efectiva de un nosotros. Lo que hace la ideología, y por extensión el sentido común (para Jacques Rancière el sentido común forma parte del poder de policía, el conjunto de leyes e instituciones que debe cuidar el estado de cosas) es excluir. Pensemos en las cámaras de seguridad, las rejas, los cerrojos, los barrios cerrados (luego allí, los que buscan seguridad, terminan matándose entre ellos), zonas de exclusión (Zizek considera que la ideología es mantener al otro a distancia) en las que se promete recuperar el paraíso perdido: de un lado los buenos y de otro los malos (la inseguridad, aquí, se vuelve paradojal, nos confirma una línea de demarcación: estamos de un lado, cómodos, seguros). Y justamente esta lógica de la exclusión impide que se visibilicen las 175.000 muertes en veinte años; ¿por qué?, porque en los accidentes de tránsito resulta imposible construir un ellos, un otro peligroso puesto que los victimarios, potencialmente, somos nosotros.

II

Así como el término inseguridad nos conduce inevitablemente al joven pobre y negro, la palabra corrupción también tiene un actor exclusivo: los políticos. Parafraseando el libro citado: las otras corrupciones han quedado relegadas, directamente invisibilizadas. El trabajo cotidiano de las empresas periodísticas ha rendido sus frutos. Nadie piensa en la corrupción privada (individual o grupal): en el médico que cobra plus y acepta obscenas dádivas de laboratorios para recetar medicamentos (inseguridad), en los supermercados que remarcan con 1000% productos de la canasta básica (inseguridad), en el empresario que se guarda los aportes de sus empleados (inseguridad), en la obra en construcción que para ahorrar pone en peligro (inseguridad) a sus obreros, en el auto en doble fila (inseguridad), etc. En el diario La Nación, una nota del 2011 afirma: "La corrupción privada tiene menor repercusión política, social y mediática que la del sector público, pero su importancia moral es similar. Por otro lado, no puede haber corrupción pública si no hay un actor privado que la materialice [...] Pero la corrupción privada también comprende a los negocios entre privados, cuando se manipula la contabilidad para evadir impuestos, cuando se realizan auditorías fraudulentas o cuando un gerente obtiene ventajas personales a espaldas de los accionistas de su empresa". Por eso voy a escribir una frase incómoda: la corrupción no le importa a nadie (Mauricio Macri se convierte en el símbolo inequívoco de esta indiferencia). Es simplemente una excusa para ningunear al enemigo de turno, al que despreciamos, siempre desde una improbable pureza y transparencia que nos endilgamos para sentirnos satisfechos. Y por si fuera poco, inmersos dentro de una lógica mercantil desquiciada, les pedimos a los políticos que actúen como si fueran ajenos a los avatares históricos (y esto no pretende ser una exculpación, sino un freno al sentido común). ¿Con qué autoridad nos paramos frente a un semejante y le reclamamos una transparencia y una pureza que sólo existe en sueños?

La nota de la Nación (nadie sospechará de un giro a la izquierda en este periódico) finaliza: "Los argentinos nos debemos un profundo examen de conciencia. La preeminencia de objetivos materiales sobre los valores morales y éticos (aquí debería decir capitalismo) es el alimento básico de la corrupción. Su extensión a los negocios públicos es una consecuencia".

Ahora bien. El sentido común construido a través de las empresas periodísticas (la política es sucia, los políticos son ladrones, lo privado es mejor que lo público) constantemente intenta destruir la confianza que sentimos frente a la única herramienta de cambio social que está a nuestro alcance (quizás un marxista se ría de esto dentro de una democracia formal burguesa), la política, y nos obligan a navegar en un escepticismo que sólo beneficia a los poderes fácticos de turno (un conglomerado de capitales financieros cuyos representantes visibles son las grandes cadenas informativas).

Vemos que la lógica de la exclusión se repite: el corrupto siempre es el otro. Convertimos al político en un peligro social, cuando en realidad debería ser la condición de posibilidad de la transformación o, al menos, más humilde, cierto límite impuesto a aquellos poderes. Es así como surge la antipolítica mediática, conservadora por naturaleza, que sirve para mantener a distancia cualquier intento de cambio.

III

Hace unos días me convocaron para dar una charla sobre la pregunta "¿qué es la filosofía?". Mi recorrido tendía puentes hacia otro interrogante que yo soy incapaz de deslindar del anterior, ¿para qué sirve? Bueno. Si de verdad nos comprometemos con nuestras lecturas, si no es mera pose lo del pensamiento crítico (recordemos al célebre Luis Majul y la fórmula con la que finalizaba su programa televisivo), si incorporamos, hacemos cuerpo, nuestras reflexiones, no nos queda otra opción que comenzar una guerra contra el sentido común. O, en términos de Zizek, pensar de nuevo, volver a pensar, como ejercicio de rescate y ampliación. No existe una salida diferente para un tiempo contaminado por un leguaje comunitario dispuesto a proteger la visión de mundo más conservadora.





Actividad: Leer el artículo periodístico y responde las siguientes consignas



1-      Identificar la temática que aborda la noticia periodística

2-      ¿Cómo define el autor Manuel Quaranta el sentido común?

3-      ¿Cuáles son los ejemplos que dan cuenta de este sentido común por parte del autor?

4-      ¿Qué intenta demostrar el autor con estos ejemplos?

5-      ¿Cuáles serian las posibles soluciones para salir de esta problemática?

6-      Mencione ejemplos de sentido común en su cotidianidad.

Primer capitulo: Sociologia: Abordaje de objeto de estudio-Cs. Naturales y Cs. Sociales- Sentido comun y Cs. Sociales




¿Qué es la sociología?

Con este módulo nos proponemos contribuir a su formación desde un área específica de las Ciencias Sociales: la Sociología.

A menudo percibimos la realidad de manera contradictoria. A veces, nos parece vivir en un mundo cada vez más caótico, vertiginoso y menos controlable por el “hombre común”: Frecuentemente sentimos que muchas decisiones importantes para nuestras vidas son tomadas en un lugar lejano por personas de las que ni siquiera conocemos su existencia. Pero, al mismo tiempo, recibimos y reproducimos cotidianamente un discurso que privilegia la responsabilidad del individuo por sobre cualquier condicionamiento social. Por ejemplo, cuando se culpabiliza a los desocupados, con la conocida frase “aquí no trabaja el que no quiere” diciendo que, o bien no se capacitaron lo necesario, o bien no buscaron trabajo lo suficiente. Así, la desocupación pasa a ser presentada como un problema individual, con causas individuales y, quizás, lo más importante de este tipo de argumentación, con soluciones individuales.  

La sociología se ocupa de abordar la dimensión social de aquellos problemas que aparentan ser individuales o que, por diferentes intereses, se presentan como si fueran individuales y no afectaran a grupos o clases.

Dimensión social: los procesos y productos materiales y simbólicos que los seres humanos creamos y recreamos, voluntaria o involuntariamente, día a día en interrelación con otros. Esto puede ocurrir, tanto de manera conflictiva como armoniosa, en presencia o en ausencia de esos otros.

Si mira a su alrededor verá que vivimos en un mundo socialmente construido. No solo porque vivimos rodeados de “cosas” inventadas por hombres y mujeres, sino porque,  incluso, nuestra manera de pensarlas o de imaginarlas, es social. Lo hacemos mediante el lenguaje y, como habrá estudiado en Lengua, el lenguaje es una construcción social.  

El objeto de estudio de las Ciencias sociales está constituido por los productos y representaciones  sociales y los procesos que los generan.  



Ciencias sociales y ciencias naturales

A veces se presenta la imagen del científico como la de un hombre con delantal blanco que, encerrado en su laboratorio, realiza experimentos, aísla los elementos que pretende estudiar y ,finalmente, arriba a grandes descubrimientos… o hace explotar tubos de ensayo en intentos fallidos. Sin embargo, junto con la figura risible del “científico loco” que vemos desde chicos en películas o en dibujos animados, en nuestra cultura, al conocimiento científico se le reconoce un valor de verdad casi indiscutible.  

Esto no siempre fue así. Desde finales de la Edad Media y, fundamentalmente en el período llamado Renacimiento, la ciencia comenzó a discutir las verdades dogmáticas de naturaleza religiosa. De allí que sean muchos los autores que afirman que, en nuestras sociedades, la ciencia ocupa el lugar de la religión. Las afirmaciones científicas son hoy casi tan indiscutibles como lo fueron los preceptos religiosos en otras épocas. 

Ahora bien, volvamos a la imagen del científico y de la ciencia que veníamos analizando: nos encontraremos con que el modelo de ciencia que manejamos es, la mayoría de las veces, el modelo de las ciencias naturales. Cabe entonces la pregunta ¿puede el cientista social encerrarse en un laboratorio y “aislar” los factores que pretende estudiar para comprender, por ejemplo, la adhesión a un determinado partido político o las transformaciones en las familias?

Las ciencias sociales se han enfrentado durante mucho tiempo a este supuesto dilema basado en la imposibilidad de aplicación de los métodos de las ciencias naturales, y podríamos pensar que incluso hoy, ante determinadas situaciones, se cuestiona el carácter “científico” de algunas investigaciones en ciencias sociales, precisamente por no corresponderse con los parámetros de otras ciencias.  Muchas son las discusiones que giran en torno a las condiciones y posibilidades de conocer científicamente la realidad. Distintas corrientes han dado respuestas, a menudo contrapuestas, a este interrogante. Veamos una de esas corrientes, precisamente a la que la sociología nace ligada  Desde mediados del siglo XIX e incluso hasta los inicios del XX perseveró el intento de constituir el método de las ciencias sociales a imagen del método de otras ciencias más “duras”: el método empírico. Intento que diera lugar a la  corriente conocida bajo el nombre de positivismo.  

Aplicado por primera vez por Saint Simon, pero sistematizado por Comte (preste atención a estos nombres porque luego hablaremos de ellos), el término “positivismo” designa un tipo de método de conocimiento que se aboca a lo medible, observable y cuantificable.

Si bien tuvo varias derivaciones en distintas escuelas epistemológicas, podríamos decir que los elementos centrales del positivismo son: 

a. Recurre a lo empírico: los “hechos” son tanto la fuente como la prueba última del conocimiento.

 b. Sostiene la existencia de “leyes” que comandan tanto el orden natural como el social. Así, para el positivismo, el cientista social debe “descubrir” las leyes de la sociedad como el astrónomo entiende el movimiento de los planetas.

c. Cree en el progreso a través de la razón científica

d. A partir de lo anterior, para esta postura la metodología de las ciencias sociales debería ser la misma que la empleada (indiscutidamente con éxito) por las ciencias naturales. 



Ciencia sociales y el sentido común

“Sabemos”, a partir de los conocimientos de la astronomía, que la Tierra es la que gira alrededor del sol, y no al revés, “sabemos” también por estos conocimientos que el sucederse de los días y las noches se debe al movimiento de rotación que la Tierra hace sobre su propio eje, “mostrándole” distintas caras de su superficie al sol. Sin embargo, en nuestra experiencia directa, percibimos que es el sol el que se mueve: lo vemos aparecer a la mañana y esconderse al atardecer y así lo reflejamos en el lenguaje:   decimos que el sol “sale” por el este y se “pone” por  el oeste, como si fuese el sol quien se trasladase. Entonces, aun cuando sepamos que no es así, nuestra percepción se impone por sobre ese saber.   Tenemos aquí un ejemplo de cómo nuestro sentido común a veces entra en conflicto con el conocimiento científico. Sin dudas, esto sucede mucho más a menudo con el conocimiento producido por las ciencias sociales que por otras ciencias  como la física o la bioquímica.   Todos, de una forma u otra, interpretamos de algún modo el mundo social en que vivimos (podríamos intentar una definición, aunque fuese provisoria, de qué entendemos por familia o cómo “funciona” una  familia,  las leyes o el gobierno), pero posiblemente no tendríamos mucho que decir acerca de los átomos o del proceso de fotosíntesis.

Veamos un ejemplo: si entregamos una carta al empleado del correo  damos por sentado que esa persona no la leerá y que la colocará en la bandeja correspondiente para que  llegue a destino porque además  suponemos que: 

a) es un trabajador que cumple su tarea,

 b) su fin o propósito no es hurgar en nuestra intimidad sino cobrar su salario, 

c) sabe cómo hacer para que nuestra carta llegue a destino.  

Atribuimos a las  personas y objetos que nos rodean, así como a los hechos sociales que observamos -  y de los que participamos – un sentido sin el cual sería imposible interactuar; y que no constituye una  suposición personal, sino que es construido y aprendido entre-sujetos. Este sentido al que hacemos referencia, es  producto del aprendizaje y, por ello mismo, es compartido por los otros miembros de esa determinada sociedad, aun cuando no esté distribuido de la misma manera entre todos los individuos. Volvamos ahora al  ejemplo anterior, en el que afirmábamos que siempre, cuando interactuamos con otro, suponemos “algo” de él.  El empleado de correo, por su parte, hace suposiciones acerca de cuáles son nuestras expectativas cuando le entregamos una carta. Sabe que: 

a) no esperamos que él la corrija,

b) no es él el destinatario, porque nos “ve” como un cliente que tiene una cierta motivación para acercarse a la oficina del correo: que la carta llegue a destino. 

Se trata entonces de un sentido construido y compartido con otros, de allí que digamos que es común.

Sentido común: son construcciones socialmente distribuidas de pautas, motivos, fines, actitudes y personalidades mediante las cuales los miembros de una sociedad comprenden la realidad en la cual actúan.