martes, 30 de agosto de 2016
jueves, 25 de agosto de 2016
Actividad 1: Sentido comun
Contra el
sentido común (Inseguridad y corrupción)
Final del formulario
Por Manuel
Quaranta
La Real Academia Española miente. En su entrada
sobre sentido común define: "Modo de pensar y proceder tal como lo haría
la generalidad de las personas". No. El sentido común es un sentir común,
una sensación compartida e impenetrable que se mantiene a distancia de
cualquier reflexión; el sentido común es una reacción espontánea (y aquí con
espontáneo pretendo significar exactamente lo contrario de lo que esa palabra
significa) que en nuestros días se construye fundamentalmente desde las
empresas de comunicación periodísticas con un claro objetivo: determinar quiénes
son los buenos y quiénes los malos en una sociedad.
I
La inseguridad; inseguro es un lugar plagado de
peligros, una acción insegura es aquella que nos pone en riesgo; con inseguro
queremos indicar la inminente posibilidad de que algo malo (nos) suceda. Las
eventualidades son infinitas (nuestra existencia humana es insegura,
inquietante, y, por si fuera poco, absurda): obras en construcción que
incumplen las reglas mínimas de protección, empresarios que negrean a sus
empleados, bombardeos de pesticidas que envenenan pueblos enteros (en los
últimos años se han multiplicado las malformaciones y los casos de cáncer,
daños colaterales producidos por Monsanto), "accidentes" de tránsito
que en Argentina, tomando en cuenta el período 1992-2012, se llevaron 175.000 vidas,
etc. Sin embargo, cuando uno escucha la palabra inseguridad siente una
sensación unívoca: robo a mano armada perpetrado por un joven pobre y negro
(villero).
En el libro "La irrupción del delito en la
vida cotidiana" (Martini-Pereyra), puede leerse: "La inseguridad es
un significante salido de las entrañas del discurso periodístico sobre el
crimen, que terminó reemplazando metonímicamente a delito". Traducido: los
medios de comunicación lograron atrapar un significante flexible y orientarlo
hacia una única fórmula: inseguridad igual delincuencia; "las otras
inseguridades han quedado relegadas, directamente invisibilizadas". Esta
invisivilización explicaría por qué la "gente" nunca habla de las 21
personas que mueren por día en las calles por causas evitables, pero sí se
obsesiona con las 7 personas asesinadas.
Un detalle (obtenido del diario La Nación). Del
total de homicidios ocurridos el año pasado en Argentina, el 70%
aproximadamente pertenecen a la categoría denominada interpersonal (la víctima
conocía al victimario): amante, padrastro, portero, etc. En consecuencia, el
número de muertos por episodios de inseguridad (ocasión de robo), en el 2014,
fue de 2 por día, 770 en total (vale aclarar que la mayoría de ellos sucede en
las zonas marginales, bien alejadas del centro donde vive la "gente"
que más insegura se siente), casi diez veces menos que los producidos por
"accidentes" de tránsito (otro detalle llamativo; el 60% de las
infracciones por alta velocidad la producen autos de alta gama, siendo estos el
10% del total del parque automotor).
¿Entonces?
La respuesta apunta a la ideología. Según el
filósofo esloveno Slavoj Zizek la ideología es una relación inmediata con el
entorno social, "lo espontáneo", es lo primero que siento ante la
realidad que me circunda (una realidad sostenida en la fantasía). Por eso
inseguridad se convierte en un significante netamente ideologizado, que
responde, en última instancia, al objetivo fundamental de la criminología
mediática: construir un ellos, un otro peligroso, y, a la vez, proyectar la
existencia efectiva de un nosotros. Lo que hace la ideología, y por extensión
el sentido común (para Jacques Rancière el sentido común forma parte del poder
de policía, el conjunto de leyes e instituciones que debe cuidar el estado de
cosas) es excluir. Pensemos en las cámaras de seguridad, las rejas, los
cerrojos, los barrios cerrados (luego allí, los que buscan seguridad, terminan
matándose entre ellos), zonas de exclusión (Zizek considera que la ideología es
mantener al otro a distancia) en las que se promete recuperar el paraíso
perdido: de un lado los buenos y de otro los malos (la inseguridad, aquí, se
vuelve paradojal, nos confirma una línea de demarcación: estamos de un lado,
cómodos, seguros). Y justamente esta lógica de la exclusión impide que se
visibilicen las 175.000 muertes en veinte años; ¿por qué?, porque en los
accidentes de tránsito resulta imposible construir un ellos, un otro peligroso
puesto que los victimarios, potencialmente, somos nosotros.
II
Así como el término inseguridad nos conduce
inevitablemente al joven pobre y negro, la palabra corrupción también tiene un
actor exclusivo: los políticos. Parafraseando el libro citado: las otras
corrupciones han quedado relegadas, directamente invisibilizadas. El trabajo
cotidiano de las empresas periodísticas ha rendido sus frutos. Nadie piensa en
la corrupción privada (individual o grupal): en el médico que cobra plus y
acepta obscenas dádivas de laboratorios para recetar medicamentos
(inseguridad), en los supermercados que remarcan con 1000% productos de la
canasta básica (inseguridad), en el empresario que se guarda los aportes de sus
empleados (inseguridad), en la obra en construcción que para ahorrar pone en
peligro (inseguridad) a sus obreros, en el auto en doble fila (inseguridad),
etc. En el diario La Nación, una nota del 2011 afirma: "La corrupción
privada tiene menor repercusión política, social y mediática que la del sector
público, pero su importancia moral es similar. Por otro lado, no puede haber
corrupción pública si no hay un actor privado que la materialice [...] Pero la
corrupción privada también comprende a los negocios entre privados, cuando se
manipula la contabilidad para evadir impuestos, cuando se realizan auditorías
fraudulentas o cuando un gerente obtiene ventajas personales a espaldas de los
accionistas de su empresa". Por eso voy a escribir una frase incómoda: la
corrupción no le importa a nadie (Mauricio Macri se convierte en el símbolo
inequívoco de esta indiferencia). Es simplemente una excusa para ningunear al
enemigo de turno, al que despreciamos, siempre desde una improbable pureza y
transparencia que nos endilgamos para sentirnos satisfechos. Y por si fuera
poco, inmersos dentro de una lógica mercantil desquiciada, les pedimos a los
políticos que actúen como si fueran ajenos a los avatares históricos (y esto no
pretende ser una exculpación, sino un freno al sentido común). ¿Con qué
autoridad nos paramos frente a un semejante y le reclamamos una transparencia y
una pureza que sólo existe en sueños?
La nota de la Nación (nadie sospechará de un giro a
la izquierda en este periódico) finaliza: "Los argentinos nos debemos un
profundo examen de conciencia. La preeminencia de objetivos materiales sobre
los valores morales y éticos (aquí debería decir capitalismo) es el alimento
básico de la corrupción. Su extensión a los negocios públicos es una
consecuencia".
Ahora bien. El sentido común construido a través de
las empresas periodísticas (la política es sucia, los políticos son ladrones,
lo privado es mejor que lo público) constantemente intenta destruir la
confianza que sentimos frente a la única herramienta de cambio social que está
a nuestro alcance (quizás un marxista se ría de esto dentro de una democracia
formal burguesa), la política, y nos obligan a navegar en un escepticismo que
sólo beneficia a los poderes fácticos de turno (un conglomerado de capitales
financieros cuyos representantes visibles son las grandes cadenas
informativas).
Vemos que la lógica de la exclusión se repite: el
corrupto siempre es el otro. Convertimos al político en un peligro social,
cuando en realidad debería ser la condición de posibilidad de la transformación
o, al menos, más humilde, cierto límite impuesto a aquellos poderes. Es así
como surge la antipolítica mediática, conservadora por naturaleza, que sirve
para mantener a distancia cualquier intento de cambio.
III
Hace unos días me convocaron para dar una charla
sobre la pregunta "¿qué es la filosofía?". Mi recorrido tendía
puentes hacia otro interrogante que yo soy incapaz de deslindar del anterior,
¿para qué sirve? Bueno. Si de verdad nos comprometemos con nuestras lecturas,
si no es mera pose lo del pensamiento crítico (recordemos al célebre Luis Majul
y la fórmula con la que finalizaba su programa televisivo), si incorporamos,
hacemos cuerpo, nuestras reflexiones, no nos queda otra opción que comenzar una
guerra contra el sentido común. O, en términos de Zizek, pensar de nuevo,
volver a pensar, como ejercicio de rescate y ampliación. No existe una salida
diferente para un tiempo contaminado por un leguaje comunitario dispuesto a
proteger la visión de mundo más conservadora.
Actividad: Leer el artículo
periodístico y responde las siguientes consignas
1-
Identificar
la temática que aborda la noticia periodística
2- ¿Cómo define el autor Manuel
Quaranta el sentido común?
3- ¿Cuáles son los ejemplos que dan
cuenta de este sentido común por parte del autor?
4- ¿Qué intenta demostrar el autor
con estos ejemplos?
5- ¿Cuáles serian las posibles
soluciones para salir de esta problemática?
6-
Mencione
ejemplos de sentido común en su cotidianidad.
Primer capitulo: Sociologia: Abordaje de objeto de estudio-Cs. Naturales y Cs. Sociales- Sentido comun y Cs. Sociales
¿Qué es la
sociología?
Con este módulo nos proponemos contribuir a su formación
desde un área específica de las Ciencias Sociales: la Sociología.
A menudo percibimos la realidad de manera contradictoria. A
veces, nos parece vivir en un mundo cada vez más caótico, vertiginoso y menos
controlable por el “hombre común”: Frecuentemente sentimos que muchas
decisiones importantes para nuestras vidas son tomadas en un lugar lejano por
personas de las que ni siquiera conocemos su existencia. Pero, al mismo tiempo,
recibimos y reproducimos cotidianamente un discurso que privilegia la
responsabilidad del individuo por sobre cualquier condicionamiento social. Por
ejemplo, cuando se culpabiliza a los desocupados, con la conocida frase “aquí no trabaja el que no quiere”
diciendo que, o bien no se capacitaron
lo necesario, o bien no buscaron
trabajo lo suficiente. Así, la desocupación pasa a ser presentada como un problema
individual, con causas individuales y, quizás, lo más importante de este tipo
de argumentación, con soluciones individuales.
La sociología se ocupa de
abordar la dimensión social de aquellos problemas que aparentan ser
individuales o que, por diferentes intereses, se presentan como si fueran
individuales y no afectaran a grupos o clases.
Dimensión social: los
procesos y productos materiales y simbólicos que los seres humanos creamos y
recreamos, voluntaria o involuntariamente, día a día en interrelación con
otros. Esto puede ocurrir, tanto de manera conflictiva como armoniosa, en
presencia o en ausencia de esos otros.
Si mira a su alrededor verá que vivimos en un mundo
socialmente construido. No solo porque vivimos rodeados de “cosas” inventadas por
hombres y mujeres, sino porque, incluso,
nuestra manera de pensarlas o de imaginarlas, es social. Lo hacemos mediante el
lenguaje y, como habrá estudiado en Lengua, el lenguaje es una construcción
social.
El objeto de estudio
de las Ciencias sociales está constituido por los productos y
representaciones sociales y los procesos
que los generan.
Ciencias sociales
y ciencias naturales
A veces se presenta la imagen del científico como la de un
hombre con delantal blanco que, encerrado en su laboratorio, realiza
experimentos, aísla los elementos que pretende estudiar y ,finalmente, arriba a
grandes descubrimientos… o hace explotar tubos de ensayo en intentos fallidos.
Sin embargo, junto con la figura risible del “científico loco” que vemos desde
chicos en películas o en dibujos animados, en nuestra cultura, al conocimiento
científico se le reconoce un valor de verdad casi indiscutible.
Esto no siempre fue así. Desde finales de la Edad Media y,
fundamentalmente en el período llamado Renacimiento, la ciencia comenzó a
discutir las verdades dogmáticas de naturaleza religiosa. De allí que sean
muchos los autores que afirman que, en nuestras sociedades, la ciencia ocupa el
lugar de la religión. Las afirmaciones científicas son hoy casi tan
indiscutibles como lo fueron los preceptos religiosos en otras épocas.
Ahora bien, volvamos a la imagen del científico y de la
ciencia que veníamos analizando: nos encontraremos con que el modelo de ciencia
que manejamos es, la mayoría de las veces, el modelo de las ciencias naturales.
Cabe entonces la pregunta ¿puede el cientista social encerrarse en un
laboratorio y “aislar” los factores que pretende estudiar para comprender, por
ejemplo, la adhesión a un determinado partido político o las transformaciones
en las familias?
Las ciencias sociales se han enfrentado durante mucho tiempo
a este supuesto dilema basado en la imposibilidad de aplicación de los métodos
de las ciencias naturales, y podríamos pensar que incluso hoy, ante
determinadas situaciones, se cuestiona el carácter “científico” de algunas
investigaciones en ciencias sociales, precisamente por no corresponderse con
los parámetros de otras ciencias. Muchas
son las discusiones que giran en torno a las condiciones y posibilidades de
conocer científicamente la realidad. Distintas corrientes han dado respuestas,
a menudo contrapuestas, a este interrogante. Veamos una de esas corrientes,
precisamente a la que la sociología nace ligada
Desde mediados del siglo XIX e incluso hasta los inicios del XX
perseveró el intento de constituir el método de las ciencias sociales a imagen
del método de otras ciencias más “duras”: el método empírico. Intento que diera
lugar a la corriente conocida bajo el
nombre de positivismo.
Aplicado por primera vez por Saint Simon, pero sistematizado
por Comte (preste atención a estos nombres porque luego hablaremos de ellos),
el término “positivismo” designa un tipo de método de conocimiento que se aboca
a lo medible, observable y cuantificable.
Si bien tuvo varias derivaciones en distintas escuelas
epistemológicas, podríamos decir que los elementos centrales del positivismo
son:
a. Recurre a lo empírico: los “hechos” son tanto la fuente
como la prueba última del conocimiento.
b. Sostiene la
existencia de “leyes” que comandan tanto el orden natural como el social. Así,
para el positivismo, el cientista social debe “descubrir” las leyes de la
sociedad como el astrónomo entiende el movimiento de los planetas.
c. Cree en el progreso a través de la razón científica
d. A partir de lo anterior, para esta postura la metodología
de las ciencias sociales debería ser la misma que la empleada (indiscutidamente
con éxito) por las ciencias naturales.
Ciencia sociales y
el sentido común
“Sabemos”, a partir de los conocimientos de la astronomía, que
la Tierra es la que gira alrededor del sol, y no al revés, “sabemos” también
por estos conocimientos que el sucederse de los días y las noches se debe al
movimiento de rotación que la Tierra hace sobre su propio eje, “mostrándole”
distintas caras de su superficie al sol. Sin embargo, en nuestra experiencia
directa, percibimos que es el sol el que se mueve: lo vemos aparecer a la
mañana y esconderse al atardecer y así lo reflejamos en el lenguaje: decimos que el sol “sale” por el este y se
“pone” por el oeste, como si fuese el
sol quien se trasladase. Entonces, aun cuando sepamos que no es así, nuestra
percepción se impone por sobre ese saber.
Tenemos aquí un ejemplo de cómo nuestro sentido común a veces entra en
conflicto con el conocimiento científico. Sin dudas, esto sucede mucho más a
menudo con el conocimiento producido por las ciencias sociales que por otras
ciencias como la física o la
bioquímica. Todos, de una forma u otra,
interpretamos de algún modo el mundo social en que vivimos (podríamos intentar
una definición, aunque fuese provisoria, de qué entendemos por familia o cómo
“funciona” una familia, las leyes o el gobierno), pero posiblemente
no tendríamos mucho que decir acerca de los átomos o del proceso de
fotosíntesis.
Veamos un ejemplo: si entregamos una carta al empleado del
correo damos por sentado que esa persona
no la leerá y que la colocará en la bandeja correspondiente para que llegue a destino porque además suponemos que:
a) es un trabajador que cumple su tarea,
b) su fin o propósito
no es hurgar en nuestra intimidad sino cobrar su salario,
c) sabe cómo hacer para que nuestra carta llegue a
destino.
Atribuimos a las
personas y objetos que nos rodean, así como a los hechos sociales que
observamos - y de los que participamos –
un sentido sin el cual sería imposible interactuar; y que no constituye
una suposición personal, sino que es
construido y aprendido entre-sujetos. Este sentido al que hacemos referencia,
es producto del aprendizaje y, por ello
mismo, es compartido por los otros miembros de esa determinada sociedad, aun
cuando no esté distribuido de la misma manera entre todos los individuos.
Volvamos ahora al ejemplo anterior, en
el que afirmábamos que siempre, cuando interactuamos con otro, suponemos “algo”
de él. El empleado de correo, por su
parte, hace suposiciones acerca de cuáles son nuestras expectativas cuando le
entregamos una carta. Sabe que:
a) no esperamos que él la corrija,
b) no es él el destinatario, porque nos “ve” como un cliente
que tiene una cierta motivación para acercarse a la oficina del correo: que la
carta llegue a destino.
Se trata entonces de un sentido construido y compartido con
otros, de allí que digamos que es común.
Sentido común: son
construcciones socialmente distribuidas de pautas, motivos, fines, actitudes y
personalidades mediante las cuales los miembros de una sociedad comprenden la
realidad en la cual actúan.
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